Brasil es uno de los países más bendecidos del mundo en lo que respecta al potencial de las energías renovables. Tiene innumerables sistemas fluviales con abundante agua, un alto índice de radiación solar, que es mayor en el lugar menos soleado factible para la energía solar que en el lugar más soleado de Alemania, una costa de más de 7.000 km con un tremendo potencial eólico y vastas áreas rurales predestinadas para la bioenergía.
Debido a esto, la matriz eléctrica de Brasil ya tiene una participación renovable de aproximadamente 84% (EPE). Sin embargo, tres cuartas partes de la capacidad instalada de energías renovables todavía se componen de energía hidroeléctrica, creando así una enorme dependencia de esta fuente de electricidad.
Las desventajas de esta dependencia se han vuelto extremadamente visibles en los últimos años. Como las sequías que tienden a ser más comunes debido al cambio climático. La consecuencia es la disminución de la producción de energía. Además, como consecuencia de la generación centralizada existe la necesidad de construir líneas de transmisión largas y costosas, ya que el potencial hidroeléctrico existe típicamente en áreas remotas. Además, a pesar de las emisiones de GEI casi nulas relacionadas con la energía hidroeléctrica, la construcción de centrales hidroeléctricas deja impactos ambientales y sociales masivos.
Afortunadamente, la política brasileña se ha sensibilizado sobre esos temas inherentes y ha reconocido el papel fundamental del ciudadano en la reforma del sistema energético. Desde 2012, la Resolución 482/12 ha permitido a los ciudadanos generar su propia energía en base a un esquema de medición neta en forma de Generación Distribuida (GD). Desde 2016, también gracias a una participación significativa de la OCB (Organización las Cooperativa Brasileña) que a través de la asociación con DGRV conoció la exitosa experiencia en Alemania con las cooperativas de energía, la Resolución 687/15 ha permitido a las cooperativas producir su propia energía en forma de GD.
Las cooperativas de energía han desempeñado un papel fundamental en el suministro de energía de Brasil desde mediados del siglo XX. Durante ese tiempo, ellas funcionaron como cooperativas de electrificación que proporcionaban acceso a la red nacional a áreas remotas. Incluso hoy en día, todavía hay 69 de ellas en funcionamiento.
Adoptando el hito en 2016, la DGRV apoyó a constituir la primera Cooperativa de GD (Cooperativa de Geração Distribuída) en Brasil, Coober (Cooperativa Brasileira de Energias Renováveis), en Paragominas (Pará).
Posteriormente, entre otras actividades, la DGRV realizó estudios de viabilidad para otras cooperativas de energía en condición de fundación, ayudó a difundir el tema a nivel nacional a través de seminarios, talleres o presentaciones.
Además, la DGRV, en colaboración con la OCB y otras instituciones asociadas, ha creado una serie de guías. Hasta el momento se han publicado tres: Coopera y genera tu propia energía, Constitución de Cooperativas de Generación Fotovoltaica Distribuida y Energías Renovables en Cooperativas: Oportunidades del Biogás.
Las últimas actividades incluyen un catálogo de todas las cooperativas de energía fundadas a partir del 2016 y una página web que explica el tema Energía Cooperativa de una manera fácil de usar, clara y fácilmente comprensible. La plataforma está disponible en portugués bajo el dominio energia.coop. Sin embargo, se pretende en el futuro extenderlo a otros países latinoamericanos.
Las cooperativas de energía pura, pero también las cooperativas de otros sectores, que participan en la producción de energía renovable ya han ayudado a democratizar el sistema energético, inspiraron a los ciudadanos a desempeñar un papel activo en el cambio hacia un futuro energético más sostenible y crearon un beneficio social, económico y ambiental para las comunidades locales.
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